miércoles, 11 de febrero de 2009

Chiang Mai: gasolina y rock and roll

De nuevo con vosotros, poniendonos al dia. Os seguimos contando sobre Chiang Mai.
Como os comentabamos dedicamos las primeras horas en Chiang Mai a cubrir el curriculum cultural, pasando por varios templos pequenyos pero interesantes, y volvimos a casa a darnos un duchazo antes de salir a cenar. Primera parada a diez metros del edificio (estamos muy cansados y no tenemos intencion de movernos mucho, nos acostamos en el tren a las 4 y nos han despertado a las 8) para una singha vespertina en una disco puti muy vacia pero con una agradable terraza al rio. Tambien es muy cara asi que emigramos despues de una heineken (ademas no tienen singha). Seguimos calle abajo caminando diez o quince minutos, hasta que al pasar por un bar restaurante (el Riverside) vemos que hay musica en directo, asi que decidimos echarle un vistazo. Dicho y hecho, entrar y enamorarnos del sitio fue todo uno. Paredes de teca, y aspecto acogedor, lleno tanto de gente local como de farangs (occidentales), y en el pequenyo escenario la banda familiar de country mas inverosimil que os podais imaginar. El padre, con la mirada perdida (hasta que no termino la actuacion la segunda vez que los vimos no nos dimos cuenta de que era ciego), un tailandes con una larga coleta canosa, bigote y perilla ralos y una increible voz, rota en la justa medida, que flotaba sobre los agiles punteos y arpegios de su guitarra espanyola. A su derecha un joven de larga melena tocaba una guitarra acustica apoyada sobre sus rodillas deslizando el slide sobre los trastes para sacar sonidos de puro country, bluegrass y blues del delta. Completaba el trio la hija pequenya, una belleza muy jovencita y autentica virtuosa del violin que se quedaba con el escenario cada vez que tocaba. Es dificil describir lo hermoso que sonaba aquella mezcla de country y folk. Estuvimos un rato escuchandolos, pero no servian cerveza por tratarse de un dia festivo budista, asi que despues de una cocacola, impresionados por el grupo (nos indican en la barra que al dia siguiente actuan de nuevo) y con el cuerpo animado momentaneamente por la musica, nos cogemos un tuk tuk al centro. Por casualidad mas que por otra cosa el conductor nos para justo enfrente de uno de los templos que hemos visitado por la manyana, y nos damos de bruces con la celebracion de la citada festividad (el Magha Puja), para la cual el patio del monasterio esta alfombrado de velas que iluminan un Buda sedente, y al fondo, unos novicios se ocupan de mantener encendidas las velas que cubren tres pedestales. Estas velas mas pequenyas, se apagan cada varios minutos, y los novicios se atarean retirandolas y poniendo otras nuevas, en lo que nuevas velas se van apagando, como una extranya carrera contra el tiempo que supongo que los monjes entenderan como una valiosa leccion (o no, vaya usted a saber). De fondo suenan unos profundos canticos budistas, la verdad es que el efecto en general es bastante sobrecogedor. Despues de esto nos tomamos, una cervecilla (esta vez si, Singha) y una vez cumplido el ritual nos vamos a dormir que estamos derrengados.
A la manyana siguiente, trras la mejor noche de suenyo en lo que parecen decadas, y despertados por el amanecer de Chiang Mai en nuestros ventanales (y por Max, que se mete en mi habitacion a hacerme cosquillas en los pies, ya sabeis, un hombre de costumbres varoniles, Max), salimos con las pilas cargadas a buscarnos unas ruedas. Y que ruedas encontramos... Lulu es na morena culona, una chopper japonesa (Honda Phantom) de 200 c.c. que, aunque muy baqueteada, tiene aire de gran dama. Nos subimos, Lulu, ruge, y alla que vamos. Lulu nos sube por las laderas del cercano Monte Doi Suthep hasta un templo que hay a mil y poco metros. A pesar de estar lleno de turistas (y de la escalera de 306 escalones que por una vez me hace a mi estar cerca de [erder la presencia de animo) es muy agradable de visitar y tienen unas espectaculares vistas, un poco ensombrecidas por la cantidad de polucion que destila Chiang Mai (combinada con la humedad general del aire de Tailandia, que incluso en medio de ningun sitio hace que la visibilidad llgue como mucho a los 20/30 km). A la bajada, camino a unas pozas con catarata que habiamos visto mientras subiamos, tuvimos la oportunidad de comprobar (y agradecer) el regalo de Bonjong: despues de varios trechos de meterle bastante gas a Lulu, bajando por un puerto con una pendiente bastante fuerte, en medio de una curva pronunciada los frenos de Lulu dejaron de funcionar, sobrecalentados. Max se da cuenta rapido y toca lo justo el freno manual, con lo que damos un vaiven que nos puso el corazon en la garganta y los huevos a kilometros de altura, pero conseguimos frenar con la rapidez sufiente para no comernos el monte y quedar parados en el carril contrario. Paramos a Lulu y nos fumamos un cigarro mientras los frenos se enfrian, un pelin nerviosos por el susto, que gracias a la habilidad de Max (, lo hizo muy bien, y si no lo pongo no va haber quien le aguante) y al amuleto de Bonjong, que supongo que fue la razon de que nos cruzaramos en esa curva con ningun otro vehiculo.
Recuperados los frenos seguimos hasta la cascada, un pquenyo salto de agua con precedido de un tobogan natural pulido por el rio. Alli encontramos a varios chavales locales riendose, compartiendo unas cervezas y lanzandose por el tobogan. Max tiene que ponerse el banyador y busca un sitio discreto para hacerlo, mientras uno de los jovenes, un ladyboy vestido con ropa de chica, le insta a que no se corte y se despelote alli mismo. La poza esta bien fresquita, y la chiquilleria se hecha unas risas con nosotros dos, viendo nuestros gestos y grititos. Mientras nos secamos se acrca Micki, una muchacha con aspecto de buscavidas de la noche tailandesa y mucho descaro, a preguntarnos, por este prden, si Max y yo somos amigos (o algo mas, parece querer decir la pregunta), si le damos un cigarro, y como nos llamamos. La chica tiene un desparpajo que cautiva, y Max le hace un par de fotos, ante lo cual su amigo ladyboy llega corriendo, no queriendo quedar fuera. Vereis las fotos, son de lo mas autentico. Nos habria gustado charlar con ellos, pero empieza a darnos la impresion de que nos estan tanteando para algo mas, tanto la pequenya y descarada Micki como el muchacho kantoey, asi que decidimos despedirnos de ellos mientras el recuerdo sea todavia algo que atesorar. Micki nos saca un ultimo cigarro y nos despedimos con una sonrisa y agradeciendoles las fotos.
El recorrido de vuelta lo hacemos tranquilo, freneando a base de marchas cortas y llegamos sin problemas a la ciudad.
Por la noche volvemos al Riverside a volver a ver a la Boot Family Band, y de paso cenamos algo. El sitio es el mas caro en lo que llevamos de viaje, pero, que conyo, estamos vivos. Cuando terminan su actuacion nos avisan de que va a tocar otro grupo en quince minutos. Como acababamos de pedri una cerveza nos quedamos a ver que tal es. Seguramente, nos decimos, sera un toston tailandes de baldas pastelosillas. Que quivocados... El siguiente grupo se lanza a versionar temas supermarchosos de todo tipo, desde Amy Winehouse a Tina Turner pasando por los Red Hot y, chico, son buenos, muy buenos. El guitarrista principal co-vocalista desliza los dedos por una LesPaul que pone los dientes largos a Max con mucha habilidad y velocidad, y ademas canta bien, al igual que la chica, capaz de salir airosa de versionear artistas como las mencionadas mas arriba. Total, que viendo aquello cuando estos acaban y dicen que viene otro grupo pensamos, un dia es un dia. Y ardio Troya. Digamos nada mas que con los que nos gastamos en cerveza habriamos dormido cuatro noches en la mayoria de los sitios en los que hemos estado, y que bailamos, gritamos y botamos, incluso a ritmo de Nirvana (que cosas raras hace uno a miles de kilometros de casa).
Hoy nos hemos subido con una importante resaca a un autobus local atestado y estrecho para hacernos 3 horas y media de curvas por unos montes y valles espectaculares (las tres cuartas partes del viaje el conductor no pasaba de tercera, y gran parte lo hemos hecho en primera, el bus sufriendo pero de alguna forma salvando finalmente los puertos) y llegar a Pai, donde estamos ahora. Aqui no vamos a hacer mucho pero igual nos quedamos unos dias. Pai es una pequenya localidad de 3000 habs en el centro de un hermosos valle, con aire de comuna hippie y punto de encuentro de pasados y bohemios, y presume de tener una escena musical animada. Ya os contaremos, voy a ver si colgamos alguna foto.
L y M

1 comentario:

  1. la verdad q si q es un despiste asiatico chelo .joder q envidia me das .me muero de ganas de estar por esas tierras paradisiacas y vivir tantas experiencias . fuerza y adelante valientes
    nos vemos y a ver mas fotos q son geniales

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